«Ciudad de Dios y La Virgen de los sicarios»

Tanto “Ciudad de Dios, como “La Virgen de los sicarios” reflejan una sociedad en la que a ninguno de nosotros nos gustaría estar. Es una sociedad marginal y plagada de violencia, no hay tranquilidad alguna en ningún momento, el tráfico de droga lo mueve todo y quitar una vida es algo tan insignificante y tan fácil como robar una manzana en un mercadillo.

“Ciudad de Dios” está ambientada en Río de Janeiro, pero  no en el Río que vemos en las postales, sino en la otra cara de Río de Janeiro: las favelas. En estos barrios subdesarrollados la principal preocupación es sobrevivir, se respira un ambiente de miseria y de miedo. El protagonista de la película es Buscapé, un joven al que le apasiona la fotografía y al final consigue su objetivo de trabajar como fotógrafo para el periódico. Buscapé es testigo de las muertes de muchos de sus amigos a manos de Zé Pequeño, que es el cabecilla de una de las dos bandas de traficantes. Zé Pequeño no tiene reparo en matar a cualquier persona, incluso a niños. Le gusta ser temido por todos, eso hace que se sienta poderoso y con el derecho de hacer lo que quiera y con quien quiera.

Una de las cosas que más impacto crea de la película es ver a niños de siete u ocho años con pistolas y matando como si nada. La vida humana no tiene ningún valor, los niños no se alarman ni se traumatizan de ver morir a la gente, es como si nacieran con ello. Además cuando matan a alguien lo consideran como un trofeo y es como si se hicieran hombres por matar.

Buscapé parece ser el único que es consciente de la situación en la que vive, intenta no meterse en líos y pasar desapercibido y al final consigue su empleo como fotógrafo reconocido, gracias a una foto del cuerpo sin vida de Zé Pequeño.

Por su parte, “La Virgen de los Sicarios”, se produce en la ciudad colombiana de Medellín. Fernando, un escritor, después de unos años vuelve a la ciudad, y se encuentra con una auténtica selva de violencia y de tráfico de drogas.  Una vez allí, conoce a Alexis, un joven sicario de 16 años con el que entabla una relación. Llama mucho la atención el hecho de contrastar el perfil de hombre duro típico de los sicarios con la homosexualidad. Es uno de los aspectos de la película que impacta bastante al espectador.

Fernando huye todo lo que puede de la violencia pero Alexis está metido de lleno en ella y por mucho que le rece a “María Auxiliadora” (la virgen de los sicarios), de nada le sirve porque al final acaba siendo asesinado.

Fernando harto de la violencia de la ciudad decide irse de la ciudad con Alexis, pero antes de que esto suceda, Alexis es asesinado. Un tiempo después Fernando conoce a Wilmar, entablan una relación pero Fernando se entera de que Wilmar es quien asesinó a Alexis. Le apunta con una pistola y le pregunta por qué lo hizo y Wilmar le dice que Alexis mató a su hermano. Fernando recapacita y decide fugarse de la ciudad con Wilmar, pero la historia se repite y justo antes de irse Wilmar muere.

El tema de los sicarios se presenta como un círculo vicioso del que es imposible salir a menos que sea con la muerte, ya que por venganza o cuentas pendientes a todos les llega su hora.

Ambas películas reflejan perfectamente una sociedad marcada por la violencia y la droga en la que el miedo es el principal factor. Las dos películas me han gustado, pero si me tuviera que quedar con una, sería “Ciudad de Dios”, porque de las dos, es la que más impacto me causó, y aunque no está contada de manera lineal, sino que a veces se producen saltos temporales para contar la historia de cada personaje, que confunden un poco, al final el espectador se da cuenta de que todas las historias están conectadas y forman un todo.